viernes, 31 de diciembre de 2010

31 de diciembre

Que fácil resultaría ponerse trascendental en una fecha como hoy, un 31 de diciembre, el ultimo día de un año mas (y un año menos) en mi vida. Muy fácil, sí, hacer un resumen o una breve sinopsis de lo que me ha aportado o quitado este 2010 que termia en unas pocas horas.

Pero me centraré en lo que a este blog respecta, y si hablamos de eso, este ha sido un año muy disipado, literariamente hablando. No solo por lo poco que he escrito, si no por lo poco que he leído (¡Menos de un libro al mes!). Cinco libros, a la mitad, duermen en mi mesita, esperando a que retome su lectura.

Ahora es cuando debería marcarme una serie de propósitos alentadores y altamente positivos para la entrada de año… pero no lo haré. No quiero que, dentro de un año, al releer esto me encuentre con un montón de tareas pendientes y propósitos incumplidos.

Solo puedo decir esto:

“Intentaré hacerte más caso pequeño blog, intentaré escribirte con más asiduidad, pero no puedo prometerte que hablaremos por hablar. Sobretodo porque nunca sabemos lo que nos traerá el nuevo día, y aunque no tengo intención de morirme a corto plazo, la muerte siempre acecha a la orilla de nuestro camino, con intención de hacernos la zancadilla. Pero quiero que sepas, aunque este días sin escribirte, que sigo pensando en ti y madurando mis ideas para que te resulten interesantes.”

Volviendo al nuevo año diré que, aunque mañana es tan solo un día más, siempre es agradable la sensación de una hoja en blanco toda para ti. Da la sensación de que puedes llegar a escribir cualquier cosa, cualquier cosa…

domingo, 28 de noviembre de 2010

¿Tu dices prao o prado?

Hace ya tiempo, casi un año, caminaba por la calles de Santander con una amiga. Cuando tropecé con el cartel de una asociación llamada Langresta, que se autodefine como Asamblea feminista. Hasta ahí nada raro, hasta que me puse a leer el cartel, como hombre cultivado que soy, y note que ciertas palabras me costaba entenderlas. Al principio pensé que era gallego, pero la presencia de una enorme estela cantabra enseguida me hizo suponer lo peor… Era cantabro, o mejor dicho “cántabru”

Ahora resulta que tenemos un idioma propio y yo sin saberlo.

Más tarde cuando llegue a casa, y busqué su blog, encontré artículos enteros escritos en cantabrú. “Asina, d’esta manera, la única pretensión es jacer creer a la sociedá que vivimos nuna vredaéra igualad”

Mi abuelo materno era pasiego, de San Roque de Río Miera. Mi abuelo paterno estudio en la Universidad de Pontificia de Comillas, hablaba griego y latín. Convencido estoy que ni entre los dos (E.P.D.) hubieran sido capaces de descifrar este galimatías. Ay, si Corocota levantara la cabeza… Ni el las entendería.

El cántabru como idioma no existen, lo que ellas utilizan es simplemente una forma no evolucionada del castellano que se hablaba, o mal pronunciaba, hace años. Sazonado con palabras que han caido en desuso. Eso sí algunas acuñadas en nuestra región (atropar, miagar, etc…).

Al final lo peor no es el “cántabru” en el que escriben sus artículos, lo peor es el nacionalismo que destilan sus proclamas, cosas como una pasada manifestación llamada “No al ejércitu español en Cantabria”. Y todas las fotos, colgadas en su blog, con las caras tapadas. Si tan orgullosas y seguras están de lo que hacen y dicen ¿De que se esconden?. Se atreven a manifestarse por la calles, a ir dejando cartelitos por ahí pegados y luego ¿Las da miedo que algún vecino las reconozca?

Señoras de Langresta, por si no lo saben somos un puñado de microbios amontonados encima de un terrón incandescente que vaga por un espacio en apariencia infinito. Así que, con todos mis respetos, pueden meterse sus carteles y su nacionalismo por donde su feminismo se lo permita.

Como nota final solo comentar que “langresta” en cántabru significa; Astuta, artera, zalamera, mujer artera, lagartona.

Que cada cual juzgue como mejor le parezca.

Hace ya tiempo, casi un año, caminaba por la calles de Santander con una amiga. Cuando tropecé con el cartel de una asociación llamada Langresta, que se autodefine como Asamblea feminista. Hasta ahí nada raro, hasta que me puse a leer el cartel, como hombre cultivado que soy, y note que ciertas palabras me costaba entenderlas. Al principio pensé que era gallego, pero la presencia de una enorme estela cantabra enseguida me hizo suponer lo peor… Era cantabro, o mejor dicho “cántabru”

Ahora resulta que tenemos un idioma propio y yo sin saberlo.

Más tarde cuando llegue a casa, y busqué su blog, encontré artículos enteros escritos en cantabrú. “Asina, d’esta manera, la única pretensión es jacer creer a la sociedá que vivimos nuna vredaéra igualad”

Mi abuelo materno era pasiego, de San Roque de Río Miera. Mi abuelo paterno estudio en la Universidad de Pontificia de Comillas, hablaba griego y latín. Convencido estoy que ni entre los dos (E.P.D.) hubieran sido capaces de descifrar este galimatías. Ay, si Corocota levantara la cabeza… Ni el las entendería.

El cántabru como idioma no existen, lo que ellas utilizan es simplemente una forma no evolucionada del castellano que se hablaba, o mal pronunciaba, hace años. Sazonado con palabras que han caido en desuso. Eso sí algunas acuñadas en nuestra región (atropar, miagar, etc…).

Al final lo peor no es el “cántabru” en el que escriben sus artículos, lo peor es el nacionalismo que destilan sus proclamas, cosas como una pasada manifestación llamada “No al ejércitu español en Cantabria”. Y todas las fotos, colgadas en su blog, con las caras tapadas. Si tan orgullosas y seguras están de lo que hacen y dicen ¿De que se esconden?. Se atreven a manifestarse por la calles, a ir dejando cartelitos por ahí pegados y luego ¿Las da miedo que algún vecino las reconozca?

Señoras de Langresta, por si no lo saben somos un puñado de microbios amontonados encima de un terrón incandescente que vaga por un espacio en apariencia infinito. Así que, con todos mis respetos, pueden meterse sus carteles y su nacionalismo por donde su feminismo se lo permita.

Como nota final solo comentar que “langresta” en cántabru significa; Astuta, artera, zalamera, mujer artera, lagartona.Que cada cual juzgue como mejor le parezca.

martes, 21 de septiembre de 2010

Y de pronto...

Y de pronto, una noche, estas tumbado en una acera cualquiera, en un pueblo anónimo, mirando las estrellas. A tu la do tienes a una chica, que hace una semana era una completa desconocida. Ahora no sabes mucho de ella, poco más que su nombre, Pero ahí estáis, tumbados, codo con codo. Los atardeceres llegan rápido y las noches ya son frescas. Ella lleva puesta una sudadera que la has dejado en la playa, hace una hora escasa. Le está lo bastante grande para que sus manos queden ocultas en las mangas. Mientras buscáis la estrella polar con la mirada, alargas una mano y coges su brazo. Buscas sus dedos en el interior de la manga arrugada. Los encuentras, y juegas con ellos intentando hacerlos entrar en calor.

Ella en algún momento ella se ha puesto a repasar los acontecimientos que os han conducido a este instante. “Un pez muerto, un par de regalices… y míranos ahora”

La conversación transcurre con las capuchas puestas. Al hablar del fin del verano, del regreso a casa y a la rutina, su voz se carga de melancolía. Por un momento crees que va a llorar y le prohíbes hacerlo. “No voy a llorar” dice ella, al tiempo que se limpia un ojo con gesto descuidado.

Y de pronto una voz anónima os habla desde la otra acera, y el verano termina.

viernes, 2 de julio de 2010

El niño y la hormiga

El hormiguero estaba lejos, una serie de circunstancias habían alejado a la hormiga de su hogar. Conocía la dirección que debía tomar para llegar a su hogar, era como un delgado hilo que tiraba de ella. El rumbo a seguir era claro “al norte, sin perder de vista el horizonte”. Los obstáculos, sin embargo, no eran tan visibles.
La hormiga caminaba incansable, llevaba toda su vida haciéndolo. Llevaba toda su vida sabiendo cual era su lugar y su función.
Una simple pisada de vaca había formado un charco en la tierra blanda y húmeda. La hormiga no necesitaba cruzar por allí, tanteo los bordes rodeando la huella. Todo iba bien, hasta que tropezó y cayó en el frío agua. Entonces todo fue mal.
Se debatía y luchaba por llegar a la orilla e intentar trepar, pero las paredes de barro eran demasiado verticales incluso para ella. Y cada intento por escapar era solo un fracaso más, que la iba agotando.


El niño tenía cuatro años, caminaba por el prado de su abuelo buscando piedras, en uno de esos juegos infantiles tan entretenidos que solo comprendemos cuando somos así de ingenuos y pequeños. Tan pequeño era y tan agachado iba que vio a la desesperada hormiga. La contemplo durante un momento y luego sumergió su regordete dedo índice en el agua, la pequeña hormiga trepó por el hasta la seca mano. Y allí se quedó paralizada durante un momento sin saber donde estaba, solo consciente de su cuerpo empapado y del calor que desprendía aquella gran masa de piel.
Finalmente el niño posó a la hormiga entre la hierba y continuó su, interrumpida, búsqueda de piedras, La hormiga, por su parte, encontró de nuevo el hilo que la conducía a casa.


Una semana después de haber salvado a la anónima hormiga, el niño murió de meningitis. Muchos le lloraron; su madre aun sueña con el, su padre escribe su nombre en los posits de la oficina. Todos los que le conocieron pensaban en lo que podía haber sido y nuca llego a ser. Pero lo que nunca nadie conoció nunca fue aquel acto de bondad desinteresada, aquel amor instintivo por un simple insecto. Un insecto que no tenía conciencia, ni forma de devolver tal favor. Muchos otros niños, seguramente, se hubieran divertido aplastando a la hormiga, pero no aquel.
La hormiga llegó hasta su hormiguero. Ninguna de sus hermanas y compañeras celebró su regreso, trabajo todos los días de su vida, y cuando dos años después murió de frío durante el invierno su madre no derramo lágrimas por ella, ni noto su ausencia.


¿Moraleja? Los humanos somos capaces de las mayores bondades y maldades. Muchas de nuestras mejores acciones son a veces tan anónimas como un bostezo en medio de la noche, e incluso las personas más egoístas pueden tener destellos de bondad.
Hitler, por ejemplo, uno de los mayores tiranos y genocidas de la historia, quería y adoraba a sus perros. (Y seguramente para ellos era el mejor dueño del mundo)

jueves, 27 de mayo de 2010

Hoy he llorado.

Sí, no es que no lo haya hecho nunca, pero tampoco es algo rutinario, como cepillarse los dientes.

¿Por qué he llorado? Pues sinceramente, no lo sé. Estaba viendo un video en YouTube, las imágenes que salían poco importan. A mitad de la reproducción un par de lágrimas se deslizaron, silenciosas, por mi cara, y después un torrente de agua salada, mientras sonaba la música del video (emotiva, hay que admitirlo). Al terminar el video me he desempañado los ojos y he vuelto a ponerlo desde el principio, porque aun me apetecía llorar un poco más. Lo necesitaba, no estaba particularmente triste, pero hace tiempo arrastro cierta melancolía que no se muy bien como aliviar.

Lo cierto es que esto me ha hecho pensar en las lágrimas que, por mi culpa, han podido derramar otras personas. Más de una vez he visto ojos inundados, a punto de desbordarse, siendo yo el único dique para contener esa riada de dolor. He besado parpados salados, intentado secar diminutos manantiales de tristeza… Aunque sigo pensando que cuando las lágrimas afloran es mejor dejarlas brotar.
Pero no son esas lágrimas, que veo, las que me preocupan. Son esas otras, íntimas y silenciosas, que nadie ve las que me encogen el corazón. Las que todos hemos derramado alguna vez, en la soledad de nuestra habitación, tumbados en la cama.

Pienso que he vertido más lagrimas de las que he provocado, pero…

¿Quién lo sabe…?

miércoles, 27 de enero de 2010

Gracias

Hoy no tengo nada interesante que contar, ninguna reflexión que plantear. Pero hoy te voy a dedicar esta entrada a ti. Porque me alientas, porque me animas, porque me inspiras, porque miras casi a diario este blog esperando encontrar algo nuevo, y aunque lleve días y semanas sin añadir nada tú sigues esperando, pacientemente.

No voy a escribir aquí tu nombre, porque no es necesario. Algunos leerán esto y pensaran que es para ellos, unos pocos pensaran que tal vez sea para ti, pero tu no tendrás dudas y sabrás que cada una de estas palabras te las dedico a ti. Por todo lo que has sabido aportarme, por tu paciencia, por tu comprensión, por tu optimismo, y sobretodo, por tu amistad incondicional.

Así que aquí queda esto, como testimonio imborrable de nuestro mutuo conocimiento, de mi afecto por ti y de los momentos compartidos. No puedo olvidar que nos conocimos por casualidad, un día cualquiera, y lo fácil que hubiera sido no haber reparado jamás el uno en el otro.

Esta no es mi entrada más inspirada, ni la más larga y se que te hubiera gustado que divagara sobre algún otro tema. Pero hoy me ha parecido adecuado, no es que tenga un día especialmente melancólico, tan solo es un día frió y gris de invierno.

Gracias por existir en mi vida.
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