domingo, 25 de enero de 2009

GH10 o el triunfo de la banalidad

Es fácil, demasiado fácil arremeter contra un programa como Gran Hermano y quedar como “un tío profundo”. Pero aun más fácil parece sentarse a verlo, dejando empacharse a las neuronas con información que nunca quisimos conocer..
Pues si hay un programa que define el nivel medio de la televisión actual (y en gran medida el nivel cultural español) ese es GH.

¿Experimento sociológico? No creo que ni el más fiel de sus muchos seguidores se atreva escudarse ya con ese término. Esto es un circo, no compuesto por artistas, si no por payasos con poca gracia y nulo ingenio. Sobre “la enana” no hago chistes, porque es la guinda del pastel, y que nadie me hable de igualdad o “integración social”, está ahí por lo que está. Intento vulgar, cutre y poco original de crear espectáculo barato que refuerza el, ya citado, espíritu circense del programa.

Claro, que luego están los verdaderos culpables del asunto, y no me refiero a los chiste de la Milá, (también tiene delito lo de la simpática de Mercedes, cuarenta años como periodista para acabar presentado esto) me refiero a los espectadores. Porque un bodrio como este no llega a 10 ediciones sin una audiencia fiel y entregada.
A estos tele-adictos se les puede (se pueda o no yo lo voy a hacer) englobar en tres grandes grupos:

1 - El indiferente. “Nada, estaba viendo GH un rato…”
Para él, o ella, el programa solo es una tontería más de las muchas que emiten a diario, ni mayor ni menor, lo ve por inercia. Eso sí, conoce a todos los inquilinos del programa y tiene sus favoritos.

2 - El resignado. “Ya se que es triste, pero voy a ver GH un rato”
Consciente de la estupidez del programa, aun así lo encuentra entretenido, pero no quiere admitirlo plenamente. También posee un amplio conocimiento sobre los sujetos del experimento y lo ve siempre que puede.

3 - El orgulloso. “¡Pues ver GH! ¿Tú no lo ves…? Luego te llamo que hoy esta muy interesante”
Sigue religiosamente cada edición, conoce todas las rivalidades y guerras internas entre los concursantes, la noche de nominaciones es sagrada para él. No le llames con ningún plan alternativo, tiene muy claras sus prioridades. Vive en el convencimiento de que GH es un programa original e inimitable, y la única razón por la que no le puede gustar alguien es que no lo vea.

Lo que no acabo de entender es porque tantos admiten que lo ven, pero nadie confiesa que llamó una vez, o dos, o tres, o catorce para votar por su bufón favorito.
¿Tirar nuestro tiempo en absurdos como este es valido… Pero gastar unos céntimos en ello nos coloca a otro nivel de estupidez?
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